miércoles, 23 de mayo de 2012

Por qué no soy nada

El ser cristiano a día de hoy, al menos en mi opinión, ya no depende tanto de una religión, sino de una cultura forjada largos años atrás, eso sí, influenciada por la religión cristiana. Existen muchos creyentes, y ni mucho menos son todos católicos. A menudo se confunde el ser católico con ser cristiano, y ambos conceptos tienen bastante poco que ver. Mientras un católico acepta todos los credos de la Iglesia Apostólica Católica Romana bajo el mandato de su pontífice, un cristiano no tiene porqué pertenecer a esta iglesia, sino que puede ser creyente pero no estar sujeto a ninguna de las iglesias existentes. Un claro ejemplo son los evangelistas, que a pesar de ser creyentes en la deidad y en Cristo, no aceptan a la Iglesia, al Papa, y además rechazan la existencia de santos y vírgenes. Existen otros tantos tipos de cristianos pero no católicos como los mormones o los ortodoxos, pero lejos de diferenciarlos entre sí, diferenciaremos más bien qué es ser cristiano.
Cada vez más gente, cuando se le pregunta, dice ser cristiana pero no católica, y aunque muchos lo digan refiriéndose a que creen en Dios pero no aceptan entidades eclesiásticas, otros lo dicen en referencia a ser ateos pero sí mantener una cultura cristiana. Ser cristiano supone una serie de costumbres y una cultura precisas que aunque estén basadas en la religión cristiana, hoy está bastante separado. Que una persona celebre la navidad, por ejemplo, no quiere decir que lo haga debido al nacimiento de Cristo y por tanto sea católico, sino que puede ser porque simplemente entrañe unas fechas para la reunión familiar y el afecto con aquéllos que no solemos ver en el día a día. Está claro que la intención radical de la celebración de esta festividad es la primera que hemos dicho, pero puede no ser así para muchas personas entre las que me incluyo. Incluso nuestra forma de vestir es fruto de unas costumbres cristianas, y no hay nada más que mirar hacia otras culturas no cristianas, sean musulmanes, budistas u otras. Los modos de vida cambian radicalmente en las diferentes culturas influenciadas por las diferentes religiones, pero ya no es necesario ser creyente por pertenecer a una cultura en concreto. Una vez dejado más o menos claro qué supone ser cristiano, pasaremos a decir por qué sí o por qué no se ha de ser así.
Iré por un camino diferente al de Russell en Por qué no soy cristiano, porque si ser cristiano no supone para mí lo mismo que para él, tampoco serán mis razones las mismas para serlo o no. En un principio, ser cristiano no conlleva daño alguno a nadie, porque simplemente se vive de acuerdo a una cultura y unos modos de vida. Aún así, voy más lejos que de ser o no cristiano y quizás entre en terrenos pedregosos cuando digo que aferrarse a una única cultura, el ser cristiano o musulmán, e incluso el ser español o saudita puede ser peligroso para la humanidad. No estoy diciendo que no es correcto tener una cultura, porque ésta supone un paso imprescindible en la antropología para la liberación de la mente, pero sí afirmo que cualquier cultura llevada al extremo o llevada de forma única e inflexible es altamente dañina para una correcta convivencia. Pertenecer a una cultura en concreto está muy determinado por el lugar donde nacemos, y por este motivo, la primera recomendación que los sabios nos hacen es la de viajar a lugares lo más diferentes del nuestro posible. Mediante el conocimiento de otras culturas podemos averiguar errores en nuestros propios modos de vida, mejoras e incluso cosas reprochables en los otros por las que estar orgullosos de ser como somos. Si nos aferramos a una única cultura, unos únicos modos de vida y de ver el mundo en general, nos estamos arriesgando a llevar al extremo la defensa de nuestras costumbres dando por erróneas el resto de ellas. Cuando esto ocurre, obviamente aparece el racismo o la xenofobia, peligro mortal para la humanidad y mayor causa de masacres a lo largo de la historia. Creo que ya en este punto se entenderá mejor cuál es mi camino a seguir en este texto, y sí, mi título no es “Por qué no soy cristiano”, sino “Por qué no soy nada”. No sólo la religión cristiana es responsable de amplias atrocidades en la historia, sino todas y cada una de ellas, responsables de las disputas entre toda la humanidad por defender lo que creen más correcto sin darse cuenta de que, al final, todos son iguales y creen en lo mismo.
Las religiones son las primeras interpretaciones que el hombre hizo de un mundo que no entendía, y todas están basadas en una o varias deidades. Sea un dios creador y causa primera de las cosas, o un profeta que guía a sus discípulos, todas ellas se basan en el miedo a lo desconocido, al ansia de conocer de todos los seres humanos que buscaban los porqués del mundo. Estas religiones están basadas en la tradición mítica, en historias inventadas para dar explicación sobre los hechos naturales porque no se podían explicar de otra manera. Era más sencillo pensar en que un dios deseaba que lloviese a decir que esto era causa de una serie de factores climatológicos, porque entonces, no se conocían ni se tenían las herramientas necesarias para ello. Quiero mostrar, no una disconformidad con las religiones, sino dar cuenta de su caducidad, porque su principal función, la cumplen ahora las ciencias y la filosofía. Si se pretendía entender el porqué del mundo, ahora podemos entenderlo mediante nuestros avances científicos o el razonamiento filosófico, algo que deja atrás cualquier mito más que para explicárselo a un niño que todavía no logra entender los diferentes factores más complejos que hacen posible la vida.
Ahora bien, ¿por qué no soy nada? No soy nada porque no tengo miedo a estar solo, y si no lo tengo es por no estarlo. Nadie a lo largo y ancho de este mundo puede sentirse solo, porque si un problema tenemos hoy los humanos, es ser demasiados. Para qué voy a necesitar la protección de un dios lejano e invisible si tengo la de mis amigos y familiares, para qué milagros si tengo ciencia, para qué fe si tengo filosofía. Se cree en un dios para sentirse protegido, sin darnos cuenta de que es en la enorme masa de gente que poblamos este mundo la que debe protegerse entre sí. Se achacan al maligno los malos acontecimientos cuando han sido producidos por el descuido y la dejadez que provoca confiar en un ser inexistente nuestra propia protección. Damos gracias a Dios cuando nuestros familiares sanan correctamente tras una larga enfermedad, y no nos damos cuenta de que no ha sido él sino los médicos y la ciencia los que le han curado. Hablamos de un Dios creador y causa primera cuando queremos hacerlo de la naturaleza y la fuerza propia que ha hecho evolucionar a todas las especies. No hay que buscar fuerzas externas que originasen la vida, porque fueron aquéllas células mismas las que se duplicaron o mutaron para dar lugar a todos los seres vivos de este y cualquier planeta. No hay que buscar causa primera por que no todo tiene causa. ¿Y si el mundo siempre hubiese estado ahí, como defendieron hace miles de años los antiguos griegos? Parménides aseguró que es ilógico pasar del no ser al ser, de no existir a existir. ¿No es ilógico pasar de no existir el mundo a existir por sorpresa? ¿De dónde se habría originado, de nada? ¿Ha aparecido sin más? La respuesta a esto suele ser que Dios es el que siempre ha estado ahí, pero ¿por qué no ha podido ser el mundo el que siempre lo haya estado? ¿No es más probable pensar que el mundo mediante el proceso evolutivo que conocemos se haya ido creando poco a poco en lugar de pensar que un solo ente ha creado todo? Comprendo a los antiguos cuando se lanzaron a creer en una entidad superior por la complejidad de todos estos pensamientos, pero hoy la humanidad ya no es un niño, sino un adulto capaz de comprender todos estos conceptos que ya los griegos comprendieron en su día.
Está bastante clara mi posición frente a las religiones o las culturas, soy contrario a todas ellas. Las religiones están desfasadas, ya no sirven, su cometido ya lo cumplen otras materias y el ser humano es lo suficientemente autónomo como para considerarse causa de su propia vida. Las culturas son demasiado inflexibles, nos separan y adoctrinan, crean tensiones y conflictos. El ser humano no sólo ha creado barbarie, sino también tecnología, la misma que la Iglesia, por seguir empecinada en viejos dogmas inservibles se empeña en entorpecer. El deseo de algunos por enriquecerse a costa del miedo de la humanidad y la desconfianza en el género humano sigue parando el ritmo del progreso. Un solo hombre ha sido capaz de crear un ordenador, una bombilla, un teléfono, y lo ha hecho porque confiaba en su poder creador, el mismo poder que todos tenemos, y que unido puede lograr grandes creaciones. Las diferencias de las religiones y culturas deben dejarse de lado para dar paso a la convivencia entre todos y cada uno de los habitantes de este planeta, porque la fuerza y causa de todo cuanto acontezca depende de nosotros. Quizás no podamos provocar una lluvia sobre nuestras cosechas, pero sí podemos predecir cuándo lo hará. Hoy no podemos hacer muchas de las cosas que haremos mañana, pero para eso debemos dejar de lado antiguas creencias y convicciones, que más que darnos fuerza nos la quitan por confiar demasiado en fuerzas externas que jamás nos ayudarán.
El ser humano no es cristiano ni musulmán, ni budista ni de cualquier otra etiqueta que se le quiera colocar. El ser humano es libre y tiene la fuerza suficiente como para escoger sus propias costumbres, vivir del modo en que le sea más cómodo y convivir con el resto sin causarles daño, porque a los que hoy no tienes en cuenta, no podrían hacerlo contigo mañana. La religión cumplió su papel y éste ya terminó cuando apareció la ciencia y la filosofía. Hoy ya no son necesarios los dioses a los que nos aferramos en busca de protección y defendemos a muerte en cruentas guerras. Al principio, las religiones eran la primera explicación de lo que no podíamos comprender, hoy son métodos de control masivo y enriquecimiento de una élite despiadada. En nombre de Dios se han cometido las mayores atrocidades, en defensa de las culturas los peores holocaustos. La cabezonería por probar que una religión o cultura son mejores que otras es la mayor causa de las guerras actuales. La religión sigue atrasando el progreso moral y científico-tecnológico dispersando a la población en grupos diferenciados. El género humano es uno e indisoluble, su fuerza única e incomparable. El avance llegará en la unión de razas y culturas, en el olvido de la religión y la toma de la ciencia y la filosofía. Un ser humano no es de un sitio u otro, no se le puede etiquetar con una u otra costumbre, el ser humano, ante todo, es libre. La libertad de los átomos en su comportamiento en el poder creador que se busca en Dios, y la libertad en nuestros actos es la causante de los grandes progresos de la humanidad. Ningún dogma fue ni será bueno, el estancamiento merma las capacidades del hombre, un ser en continuo avance que necesita de la libertad para la creación. No importa si eres cristiano o musulmán, español, alemán o iraquí, si crees o no en Dios, o Alá, o Buda; eres humano, y aunque quieran separarte o adoctrinarte, rivalizarte contra los que no piensan como tú, debes permanecer unido a tu mismo género, avanzar y derrocar al que lo impida.
No soy cristiano porque no acepto dogmas, no soy español porque no acepto fronteras ni posesiones, no tengo ideología política porque soy libre. No somos estadísticas, no somos encasillables, no necesitamos el mito si tenemos la ciencia, no creemos la palabrería si tenemos filosofía. No estamos condenados a nada por nuestros malos actos, porque errar es humano, y nosotros mismos sabemos castigar al que lo haga. No necesitamos la existencia de un cielo para ser buenos, porque la propia satisfacción de hacer las cosas bien es suficiente. Si debemos ser algo, es humanos, y cualquier rivalidad o diferencia entre nosotros mismos es absurda. La religión ya no sirve, sólo quedan oscuras intenciones tras ella. Hemos evolucionado, ya no somos niños, pero nos queda el camino más largo: liberarnos de cualquier dogma y comprender que somos libres.

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