El ser
cristiano a día de hoy, al menos en mi opinión, ya no depende tanto de una
religión, sino de una cultura forjada largos años atrás, eso sí, influenciada
por la religión cristiana. Existen muchos creyentes, y ni mucho menos son todos
católicos. A menudo se confunde el ser católico con ser cristiano, y ambos
conceptos tienen bastante poco que ver. Mientras un católico acepta todos los
credos de la Iglesia Apostólica
Católica Romana bajo el mandato de su pontífice, un cristiano no tiene porqué
pertenecer a esta iglesia, sino que puede ser creyente pero no estar sujeto a
ninguna de las iglesias existentes. Un claro ejemplo son los evangelistas, que
a pesar de ser creyentes en la deidad y en Cristo, no aceptan a la Iglesia , al Papa, y además
rechazan la existencia de santos y vírgenes. Existen otros tantos tipos de
cristianos pero no católicos como los mormones o los ortodoxos, pero lejos de
diferenciarlos entre sí, diferenciaremos más bien qué es ser cristiano.
Cada
vez más gente, cuando se le pregunta, dice ser cristiana pero no católica, y
aunque muchos lo digan refiriéndose a que creen en Dios pero no aceptan
entidades eclesiásticas, otros lo dicen en referencia a ser ateos pero sí
mantener una cultura cristiana. Ser cristiano supone una serie de costumbres y
una cultura precisas que aunque estén basadas en la religión cristiana, hoy
está bastante separado. Que una persona celebre la navidad, por ejemplo, no
quiere decir que lo haga debido al nacimiento de Cristo y por tanto sea
católico, sino que puede ser porque simplemente entrañe unas fechas para la
reunión familiar y el afecto con aquéllos que no solemos ver en el día a día.
Está claro que la intención radical de la celebración de esta festividad es la
primera que hemos dicho, pero puede no ser así para muchas personas entre las
que me incluyo. Incluso nuestra forma de vestir es fruto de unas costumbres
cristianas, y no hay nada más que mirar hacia otras culturas no cristianas,
sean musulmanes, budistas u otras. Los modos de vida cambian radicalmente en
las diferentes culturas influenciadas por las diferentes religiones, pero ya no
es necesario ser creyente por pertenecer a una cultura en concreto. Una vez
dejado más o menos claro qué supone ser cristiano, pasaremos a decir por qué sí
o por qué no se ha de ser así.
Iré
por un camino diferente al de Russell en Por qué no soy cristiano, porque si ser cristiano no supone para mí lo mismo
que para él, tampoco serán mis razones las mismas para serlo o no. En un
principio, ser cristiano no conlleva daño alguno a nadie, porque simplemente se
vive de acuerdo a una cultura y unos modos de vida. Aún así, voy más lejos que
de ser o no cristiano y quizás entre en terrenos pedregosos cuando digo que
aferrarse a una única cultura, el ser cristiano o musulmán, e incluso el ser
español o saudita puede ser peligroso para la humanidad. No estoy diciendo que
no es correcto tener una cultura, porque ésta supone un paso imprescindible en
la antropología para la liberación de la mente, pero sí afirmo que cualquier
cultura llevada al extremo o llevada de forma única e inflexible es altamente
dañina para una correcta convivencia. Pertenecer a una cultura en concreto está
muy determinado por el lugar donde nacemos, y por este motivo, la primera
recomendación que los sabios nos hacen es la de viajar a lugares lo más
diferentes del nuestro posible. Mediante el conocimiento de otras culturas
podemos averiguar errores en nuestros propios modos de vida, mejoras e incluso
cosas reprochables en los otros por las que estar orgullosos de ser como somos.
Si nos aferramos a una única cultura, unos únicos modos de vida y de ver el
mundo en general, nos estamos arriesgando a llevar al extremo la defensa de
nuestras costumbres dando por erróneas el resto de ellas. Cuando esto ocurre,
obviamente aparece el racismo o la xenofobia, peligro mortal para la humanidad
y mayor causa de masacres a lo largo de la historia. Creo que ya en este punto
se entenderá mejor cuál es mi camino a seguir en este texto, y sí, mi título no
es “Por qué no soy cristiano”, sino “Por qué no soy nada”. No sólo la religión
cristiana es responsable de amplias atrocidades en la historia, sino todas y
cada una de ellas, responsables de las disputas entre toda la humanidad por
defender lo que creen más correcto sin darse cuenta de que, al final, todos son
iguales y creen en lo mismo.
Las
religiones son las primeras interpretaciones que el hombre hizo de un mundo que
no entendía, y todas están basadas en una o varias deidades. Sea un dios
creador y causa primera de las cosas, o un profeta que guía a sus discípulos,
todas ellas se basan en el miedo a lo desconocido, al ansia de conocer de todos
los seres humanos que buscaban los porqués del mundo. Estas religiones están
basadas en la tradición mítica, en historias inventadas para dar explicación
sobre los hechos naturales porque no se podían explicar de otra manera. Era más
sencillo pensar en que un dios deseaba que lloviese a decir que esto era causa
de una serie de factores climatológicos, porque entonces, no se conocían ni se
tenían las herramientas necesarias para ello. Quiero mostrar, no una
disconformidad con las religiones, sino dar cuenta de su caducidad, porque su
principal función, la cumplen ahora las ciencias y la filosofía. Si se
pretendía entender el porqué del mundo, ahora podemos entenderlo mediante
nuestros avances científicos o el razonamiento filosófico, algo que deja atrás
cualquier mito más que para explicárselo a un niño que todavía no logra
entender los diferentes factores más complejos que hacen posible la vida.
Ahora
bien, ¿por qué no soy nada? No soy nada porque no tengo miedo a estar solo, y
si no lo tengo es por no estarlo. Nadie a lo largo y ancho de este mundo puede
sentirse solo, porque si un problema tenemos hoy los humanos, es ser
demasiados. Para qué voy a necesitar la protección de un dios lejano e
invisible si tengo la de mis amigos y familiares, para qué milagros si tengo
ciencia, para qué fe si tengo filosofía. Se cree en un dios para sentirse
protegido, sin darnos cuenta de que es en la enorme masa de gente que poblamos
este mundo la que debe protegerse entre sí. Se achacan al maligno los malos
acontecimientos cuando han sido producidos por el descuido y la dejadez que
provoca confiar en un ser inexistente nuestra propia protección. Damos gracias
a Dios cuando nuestros familiares sanan correctamente tras una larga
enfermedad, y no nos damos cuenta de que no ha sido él sino los médicos y la
ciencia los que le han curado. Hablamos de un Dios creador y causa primera
cuando queremos hacerlo de la naturaleza y la fuerza propia que ha hecho
evolucionar a todas las especies. No hay que buscar fuerzas externas que
originasen la vida, porque fueron aquéllas células mismas las que se duplicaron
o mutaron para dar lugar a todos los seres vivos de este y cualquier planeta.
No hay que buscar causa primera por que no todo tiene causa. ¿Y si el mundo
siempre hubiese estado ahí, como defendieron hace miles de años los antiguos
griegos? Parménides aseguró que es ilógico pasar del no ser al ser, de no
existir a existir. ¿No es ilógico pasar de no existir el mundo a existir por
sorpresa? ¿De dónde se habría originado, de nada? ¿Ha aparecido sin más? La
respuesta a esto suele ser que Dios es el que siempre ha estado ahí, pero ¿por
qué no ha podido ser el mundo el que siempre lo haya estado? ¿No es más
probable pensar que el mundo mediante el proceso evolutivo que conocemos se
haya ido creando poco a poco en lugar de pensar que un solo ente ha creado
todo? Comprendo a los antiguos cuando se lanzaron a creer en una entidad
superior por la complejidad de todos estos pensamientos, pero hoy la humanidad
ya no es un niño, sino un adulto capaz de comprender todos estos conceptos que
ya los griegos comprendieron en su día.
Está
bastante clara mi posición frente a las religiones o las culturas, soy
contrario a todas ellas. Las religiones están desfasadas, ya no sirven, su
cometido ya lo cumplen otras materias y el ser humano es lo suficientemente
autónomo como para considerarse causa de su propia vida. Las culturas son
demasiado inflexibles, nos separan y adoctrinan, crean tensiones y conflictos.
El ser humano no sólo ha creado barbarie, sino también tecnología, la misma que
la Iglesia ,
por seguir empecinada en viejos dogmas inservibles se empeña en entorpecer. El
deseo de algunos por enriquecerse a costa del miedo de la humanidad y la
desconfianza en el género humano sigue parando el ritmo del progreso. Un solo
hombre ha sido capaz de crear un ordenador, una bombilla, un teléfono, y lo ha
hecho porque confiaba en su poder creador, el mismo poder que todos tenemos, y
que unido puede lograr grandes creaciones. Las diferencias de las religiones y
culturas deben dejarse de lado para dar paso a la convivencia entre todos y
cada uno de los habitantes de este planeta, porque la fuerza y causa de todo
cuanto acontezca depende de nosotros. Quizás no podamos provocar una lluvia
sobre nuestras cosechas, pero sí podemos predecir cuándo lo hará. Hoy no
podemos hacer muchas de las cosas que haremos mañana, pero para eso debemos
dejar de lado antiguas creencias y convicciones, que más que darnos fuerza nos
la quitan por confiar demasiado en fuerzas externas que jamás nos ayudarán.
El ser
humano no es cristiano ni musulmán, ni budista ni de cualquier otra etiqueta
que se le quiera colocar. El ser humano es libre y tiene la fuerza suficiente
como para escoger sus propias costumbres, vivir del modo en que le sea más cómodo
y convivir con el resto sin causarles daño, porque a los que hoy no tienes en
cuenta, no podrían hacerlo contigo mañana. La religión cumplió su papel y éste
ya terminó cuando apareció la ciencia y la filosofía. Hoy ya no son necesarios
los dioses a los que nos aferramos en busca de protección y defendemos a muerte
en cruentas guerras. Al principio, las religiones eran la primera explicación
de lo que no podíamos comprender, hoy son métodos de control masivo y
enriquecimiento de una élite despiadada. En nombre de Dios se han cometido las
mayores atrocidades, en defensa de las culturas los peores holocaustos. La
cabezonería por probar que una religión o cultura son mejores que otras es la
mayor causa de las guerras actuales. La religión sigue atrasando el progreso
moral y científico-tecnológico dispersando a la población en grupos
diferenciados. El género humano es uno e indisoluble, su fuerza única e
incomparable. El avance llegará en la unión de razas y culturas, en el olvido
de la religión y la toma de la ciencia y la filosofía. Un ser humano no es de
un sitio u otro, no se le puede etiquetar con una u otra costumbre, el ser
humano, ante todo, es libre. La libertad de los átomos en su comportamiento en
el poder creador que se busca en Dios, y la libertad en nuestros actos es la
causante de los grandes progresos de la humanidad. Ningún dogma fue ni será
bueno, el estancamiento merma las capacidades del hombre, un ser en continuo
avance que necesita de la libertad para la creación. No importa si eres cristiano
o musulmán, español, alemán o iraquí, si crees o no en Dios, o Alá, o Buda;
eres humano, y aunque quieran separarte o adoctrinarte, rivalizarte contra los
que no piensan como tú, debes permanecer unido a tu mismo género, avanzar y
derrocar al que lo impida.
No soy
cristiano porque no acepto dogmas, no soy español porque no acepto fronteras ni
posesiones, no tengo ideología política porque soy libre. No somos
estadísticas, no somos encasillables, no necesitamos el mito si tenemos la
ciencia, no creemos la palabrería si tenemos filosofía. No estamos condenados a
nada por nuestros malos actos, porque errar es humano, y nosotros mismos
sabemos castigar al que lo haga. No necesitamos la existencia de un cielo para
ser buenos, porque la propia satisfacción de hacer las cosas bien es
suficiente. Si debemos ser algo, es humanos, y cualquier rivalidad o diferencia
entre nosotros mismos es absurda. La religión ya no sirve, sólo quedan oscuras
intenciones tras ella. Hemos evolucionado, ya no somos niños, pero nos queda el
camino más largo: liberarnos de cualquier dogma y comprender que somos libres.
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