miércoles, 28 de marzo de 2012

Racismo de estado

Todos los días vemos, en los telediarios o los periódicos, imágenes de lo que al parecer está sucediendo en los países de oriente medio. Todo cuanto vemos sobre estos países son guerras, conflictos, hambre, miseria, extremismos, atentados, masacres y todas las palabras que pudiesen ocurrírsele a uno con connotaciones negativas. No pretendo decir que todo cuanto se nos muestra no esté ocurriendo realmente, sino que tan sólo estamos viendo los aspectos más negativos y extremos de unos países que tienen mucho que ofrecernos y a los que damos la espalda. Lo único que hoy se consigue mostrando todas las desgracias de los países de los que hablo es acrecentar el racismo en las gentes del resto del mundo. Si hay algo racista por excelencia, es la simple ordenación del mundo en primer mundo, segundo mundo y tercer mundo. Al parecer, no nos hemos dado cuenta de que las listas son algo que puede servir para ordenar la información y hacerla más entendible o analizable, pero no pueden hacerse listados y categorías de seres humanos. El desprecio que mostramos hacia nuestra propia raza clasificándonos a nosotros mismos es inaceptable, y la arrogancia y egocentrismo que mostramos poniéndonos en lo más alto de estas listas, es cuanto menos reprochable. Hemos establecido tópicos acerca de unos pueblos que ni siquiera conocemos por el simple hecho de ver sus peores aspectos reflejados en los medios de comunicación, despreciamos sus modos de vida e incluso algunas veces despreciamos a las propias personas. No hay mejor cura del racismo y la xenofobia que viajar, y si más de uno de aquéllos que critican lo que no conocen se trasladasen por unos días hacia los países de los que hablan y mostrasen interés por conocer su moral, estoy totalmente seguro de que cambiaría totalmente su concepción acerca de las gentes orientales. Nuestros gobiernos, y a su merced los medios de comunicación, tratan de comunicarnos, con las imágenes que vemos cada día, lo bello que es vivir en occidente, y si para ello es necesario desprestigiar a nuestros semejantes orientales, no dudan en hacerlo. Lo único que hoy nos importa de los orientales es su petróleo. Las guerras con excusas insignificantes e inventadas son sólo de mero carácter económico, y para mantener las mentes occidentales dormidas ante tal barbarie, se ha creado un prototipo engañoso y deformado de los orientales para que no sintamos aprecio alguno por ellos. No puedo evitar acordarme de la novela 1984 de George Orwell basada en un país en que continuamente se recuerda a sus habitantes, mediante las “telepantallas”, lo salvajes que son los extranjeros para justificar la guerra y asegurar la sumisión de un pueblo ignorante y engañado. Hoy, por mucho que nos pese, está sucediendo lo mismo. Se nos muestran las peores imágenes posibles de unos pueblos que desconocemos para que les odiemos, hasta tal punto, en que nos sea completamente indiferente que se estén masacrando miles de personas para conseguir más petróleo o más riqueza. El racismo y la xenofobia son de estado, y mientras nosotros nos dedicamos a criticar a unas gentes que no conocemos, son masacrados en nuestro nombre por algo a lo que llaman democracia o libertad, pero la única razón es económica y la única verdad nuestro egocentrismo y desprecio hacia el diferente. El que quiera entender, que entienda.

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