Hablo de corazón cuando digo
que lamento que hayáis sido apaleados, apedreados y atacados hasta con fuegos
artificiales, porque en el fondo sólo sois trabajadores. Lo siento, pero
actuáis como perros falderos de un sistema corrupto. Vosotros no deberíais
recibir las piedras que se os lanzan, ni deberíais ser apaleados, pero, ¿acaso
sabéis por qué sucede? Sucede porque estamos
hartos de ver cómo ejecutáis desahucios, obedeciendo órdenes sin hacer uso
alguno de la razón. Sucede porque reprimís al pueblo que protesta por –atención-
vuestros derechos. ¿No os preguntáis por qué los bomberos son ahora tan
queridos, por qué en cualquier manifestación vuestra simple presencia es
abucheada y la suya aplaudida y vitoreada? Es tan simple como la negación de
muchos bomberos a cortar las cadenas de una vivienda que va a ser desahuciada,
tan simple como vuestra falta de humanidad en comparación con ese cuerpo que sí
sirve al pueblo, no a los que roban, mienten y asesinan lentamente al pueblo.
Dejad de guardar las espaldas a los responsables de decenas de suicidios por
desahucios, los responsables de que en este país haya niños que tienen que ir
al colegio sin desayunar, los responsables de que nuestra sanidad caiga en
picado, nuestra educación se vuelva adoctrinadora y para ricos, y de que cada
vez haya más ricos y más pobres. Sólo sois sus marionetas, y me temo que si no
dejáis de obedecer órdenes injustas, si no dejáis de servir a quienes privan
nuestra libertad y recortan nuestros derechos, la ira del pueblo caerá sobre
vosotros.
Miles de personas
pasábamos por vuestro lado en Madrid mientras vuestros cascos no estaban en
vuestra cabeza, vuestras porras estaban guardadas, y vuestra postura no
mostraba amenaza alguna. Ya hemos demostrado sobradamente que nuestra intención
es siempre ser pacíficos, por eso los bomberos ayudaban a controlar la
manifestación de posibles radicales. Y puedo asegurar que si un pequeño grupo
de ellos intentase agrediros, mientras vosotros os mostráis pasivos y
demostráis proteger al pueblo, seremos nosotros mismos quienes les detengamos.
Si vuestras acciones
fuesen justas no sufriríais violencia alguna, pero al parecer preferís vuestro
sueldo a cambiar un país podrido. Seré muy claro: la fuerza que empleáis para
apalearnos es la que os falta para negaros a las órdenes injustas, son las
agallas que os faltan para dejar vuestro casco, escudo y porra en el suelo,
daros la vuelta y mirar a los culpables. El pueblo no ataca por la espalda.