Hay
algunas personas que son conocidas por su enorme paciencia y por su defensa de
la pasividad ante toda agresión, sea física, verbal o cualquier otra. La misma
personalidad de estas personas es la que hoy estamos teniendo todos nosotros, y
no hablo de los españoles, que aunque intenten vendernos unos u otros partidos
que estamos peor que otros países, todos estamos igual. El morro y la caradura
de algunos, ha llegado al límite. Especularon cuanto quisieron, construyeron
donde no se debía ni se podía, y sobre todo, donde y cuando no hacía la menor
falta. Se quiso dar alarde de modernidad con enormes y carísimas edificaciones
que hoy o están paralizadas, o abandonadas, o causan más deuda que beneficio.
Sólo importó el ganar otras elecciones para conservar su cargo y seguir
especulando, y para conseguirlo construían y construían para que una masa ignorante
siguiese votándoles. Su máxima preocupación es mantener el cargo durante dos
legislaturas para poder recibir una buena pensión, mientras que el resto de
trabajadores, que somos quienes realmente sostenemos este país, necesitamos más
de treinta años para poder recibir una mísera pensión que no llega a fin de
mes. Ahora dicen haber subido las pensiones, cuando el porcentaje es tan
insignificante, que realmente es nulo si tenemos en cuenta todos los recortes
sociales que se están produciendo. Hemos vuelto, si es que salimos alguna vez,
al pan y circo romano. Dan al pueblo
entretenimiento con su telebasura para que se mantenga callado e ignorante de
todo cuanto están arrebatándole. Dicen estar reformando las leyes para
beneficiar a los pobres cuando sólo benefician a los que más tienen recortando
derechos a los que menos tienen. Es curioso que ahora digan que nuestros
hospitales no son rentables. ¿Es eso lo que les importamos? ¿Les importa más la
rentabilidad que la salud de su pueblo? ¿Les importa más la rentabilidad que
formar a aquéllos que llevarán el país mañana? Sus trapicheos, negocios y
tratos con los bancos han llegado hasta el límite. No tenemos democracia, hoy
no manda el pueblo, nunca lo hizo. Hoy manda el dinero, hoy mandan los bancos y
las empresas privadas. Juegan a ser dioses con tu dinero, hacen acuerdos con
tus gobernantes hipotecando tu futuro y a ti mismo. Hoy no somos personas, hoy
somos una cifra exacta y muy bien controlada que tiene totalmente prohibido
salirse del sistema establecido. Nos han robado, se han enriquecido con nuestro
dinero y han conseguido puestos de trabajo a todos sus familiares y amigos
cercanos. Tú estás en paro, sin dinero para comer porque otro lo gasta en
gasolina para su Ferrari. Están
reduciendo nuestra sanidad y nuestra educación, pero seguimos manteniendo el
concordato con el Vaticano, regalándoles millones de euros por no hacer nada.
No han reducido en absoluto las partidas presupuestarias para el ejército,
siguen pidiendo portaaviones, bombas, fusiles. Mantenemos un sistema caduco de
Monarquía mientras los miembros de la familia real gozan de inmunidad ante
todos sus actos. El número de políticos es inaceptable, su sueldo escandaloso y
sus condiciones de vida insultantes para el resto de la población. Algunos de
ellos, cobran tres o cuatro sueldos mientras nosotros ni siquiera tenemos uno.
Creo
que podría seguir describiendo una por una todas y cada una de las injusticias
que hoy están sucediendo, pero no voy a hacerlo. No lo haré, porque a pesar de
que todos estos actos sean reprochables, lo más reprochable, es que nosotros
sigamos sin hacer absolutamente nada. Aquéllos de quienes he hablado tienen las
cosas muy claras, saben qué hacer en cada momento, a quién votar y cuándo
hacerlo, están unidos para seguir conservando su estatus económico. ¿Y
nosotros? Nosotros, la masa ignorante que todos esos retóricos consiguen
convencer hablando de aquello que ni saben ni sabemos, estamos continuamente en
disputa, separados, yendo de un lado hacia otro como un perro que no sabe dónde
tumbarse para dormir. Intentamos decir ya basta con manifestaciones pacíficas,
sentándonos en todas las plazas de nuestros pueblos. Nos apalearon, volvimos a
salir y volvieron a apalearnos. Estamos siendo agredidos por unas armas que
nosotros mismos sufragamos con los impuestos, ésos que pagamos a cambio de unos
servicios que están recortándonos. ¿Acaso hemos conseguido algo sentándonos en
una plaza o recorriendo las calles pacíficamente? Están riéndose de nosotros.
Les hemos dado un poder que no les corresponde por no querer hacernos cargo de
nuestra propia vida y nuestro propio bienestar. Hemos delegado los poderes ante
el miedo al caos en aquéllos que provocan el caos. Yo siempre defendí las
formas pacíficas, el diálogo, el entendimiento, pero a los ciegos no podemos
hacerles ver, y no hay peor ciego que el que no quiere hacerlo. Estoy harto e
indignado, y todos deberíamos estarlo, porque vamos encaminados al caos si no
hacemos nada. Cuando todo el dinero esté en sus manos y no quede nada para
nosotros, cuando no compremos, ellos no venderán, las crisis se sucederán una
tras otra hasta que la crisis sea la única forma posible, recortando cada día
más todos los derechos conseguidos a lo largo de tantos años. Si estás
dispuesto al caos, no hagas nada. Si crees que puede haber un mundo mejor,
defiéndelo, pero créeme, sentarse en una plaza no sirvió de mucho, y no servirá
de más ahora. Un inocente al que pegan por defender un mundo mejor, no debe
mostrarse indiferente. Los que le ven, tampoco. Es la hora, el hartazgo y la
indignación han tocado límite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario