jueves, 22 de marzo de 2012

Hartazgo e indignación

Hay algunas personas que son conocidas por su enorme paciencia y por su defensa de la pasividad ante toda agresión, sea física, verbal o cualquier otra. La misma personalidad de estas personas es la que hoy estamos teniendo todos nosotros, y no hablo de los españoles, que aunque intenten vendernos unos u otros partidos que estamos peor que otros países, todos estamos igual. El morro y la caradura de algunos, ha llegado al límite. Especularon cuanto quisieron, construyeron donde no se debía ni se podía, y sobre todo, donde y cuando no hacía la menor falta. Se quiso dar alarde de modernidad con enormes y carísimas edificaciones que hoy o están paralizadas, o abandonadas, o causan más deuda que beneficio. Sólo importó el ganar otras elecciones para conservar su cargo y seguir especulando, y para conseguirlo construían y construían para que una masa ignorante siguiese votándoles. Su máxima preocupación es mantener el cargo durante dos legislaturas para poder recibir una buena pensión, mientras que el resto de trabajadores, que somos quienes realmente sostenemos este país, necesitamos más de treinta años para poder recibir una mísera pensión que no llega a fin de mes. Ahora dicen haber subido las pensiones, cuando el porcentaje es tan insignificante, que realmente es nulo si tenemos en cuenta todos los recortes sociales que se están produciendo. Hemos vuelto, si es que salimos alguna vez, al pan y circo romano. Dan al pueblo entretenimiento con su telebasura para que se mantenga callado e ignorante de todo cuanto están arrebatándole. Dicen estar reformando las leyes para beneficiar a los pobres cuando sólo benefician a los que más tienen recortando derechos a los que menos tienen. Es curioso que ahora digan que nuestros hospitales no son rentables. ¿Es eso lo que les importamos? ¿Les importa más la rentabilidad que la salud de su pueblo? ¿Les importa más la rentabilidad que formar a aquéllos que llevarán el país mañana? Sus trapicheos, negocios y tratos con los bancos han llegado hasta el límite. No tenemos democracia, hoy no manda el pueblo, nunca lo hizo. Hoy manda el dinero, hoy mandan los bancos y las empresas privadas. Juegan a ser dioses con tu dinero, hacen acuerdos con tus gobernantes hipotecando tu futuro y a ti mismo. Hoy no somos personas, hoy somos una cifra exacta y muy bien controlada que tiene totalmente prohibido salirse del sistema establecido. Nos han robado, se han enriquecido con nuestro dinero y han conseguido puestos de trabajo a todos sus familiares y amigos cercanos. Tú estás en paro, sin dinero para comer porque otro lo gasta en gasolina para su Ferrari.  Están reduciendo nuestra sanidad y nuestra educación, pero seguimos manteniendo el concordato con el Vaticano, regalándoles millones de euros por no hacer nada. No han reducido en absoluto las partidas presupuestarias para el ejército, siguen pidiendo portaaviones, bombas, fusiles. Mantenemos un sistema caduco de Monarquía mientras los miembros de la familia real gozan de inmunidad ante todos sus actos. El número de políticos es inaceptable, su sueldo escandaloso y sus condiciones de vida insultantes para el resto de la población. Algunos de ellos, cobran tres o cuatro sueldos mientras nosotros ni siquiera tenemos uno.
Creo que podría seguir describiendo una por una todas y cada una de las injusticias que hoy están sucediendo, pero no voy a hacerlo. No lo haré, porque a pesar de que todos estos actos sean reprochables, lo más reprochable, es que nosotros sigamos sin hacer absolutamente nada. Aquéllos de quienes he hablado tienen las cosas muy claras, saben qué hacer en cada momento, a quién votar y cuándo hacerlo, están unidos para seguir conservando su estatus económico. ¿Y nosotros? Nosotros, la masa ignorante que todos esos retóricos consiguen convencer hablando de aquello que ni saben ni sabemos, estamos continuamente en disputa, separados, yendo de un lado hacia otro como un perro que no sabe dónde tumbarse para dormir. Intentamos decir ya basta con manifestaciones pacíficas, sentándonos en todas las plazas de nuestros pueblos. Nos apalearon, volvimos a salir y volvieron a apalearnos. Estamos siendo agredidos por unas armas que nosotros mismos sufragamos con los impuestos, ésos que pagamos a cambio de unos servicios que están recortándonos. ¿Acaso hemos conseguido algo sentándonos en una plaza o recorriendo las calles pacíficamente? Están riéndose de nosotros. Les hemos dado un poder que no les corresponde por no querer hacernos cargo de nuestra propia vida y nuestro propio bienestar. Hemos delegado los poderes ante el miedo al caos en aquéllos que provocan el caos. Yo siempre defendí las formas pacíficas, el diálogo, el entendimiento, pero a los ciegos no podemos hacerles ver, y no hay peor ciego que el que no quiere hacerlo. Estoy harto e indignado, y todos deberíamos estarlo, porque vamos encaminados al caos si no hacemos nada. Cuando todo el dinero esté en sus manos y no quede nada para nosotros, cuando no compremos, ellos no venderán, las crisis se sucederán una tras otra hasta que la crisis sea la única forma posible, recortando cada día más todos los derechos conseguidos a lo largo de tantos años. Si estás dispuesto al caos, no hagas nada. Si crees que puede haber un mundo mejor, defiéndelo, pero créeme, sentarse en una plaza no sirvió de mucho, y no servirá de más ahora. Un inocente al que pegan por defender un mundo mejor, no debe mostrarse indiferente. Los que le ven, tampoco. Es la hora, el hartazgo y la indignación han tocado límite.

No hay comentarios:

Publicar un comentario