¿Saben qué? Estoy harto. Somos imbéciles, unos completos y
absolutos imbéciles. Y lo grave no es que seamos imbéciles, sino que ni
siquiera sabemos que somos imbéciles. ¿Están cansados de leer un insulto? Bien,
les repetiré una vez más que son unos imbéciles, al igual que yo. Quiero que se
enfaden, quiero que sientan, que actúen. Maldita sea, quiero que piensen.
Léanme al menos, sepan lo que tengo que decirles, critíquenme, si desean
hacerlo, con el mínimo conocimiento de mis palabras.
No somos más que imbéciles, y seguiremos siéndolo por no
saber o no querer saber vivir fuera de este sistema. Estoy harto de imbéciles,
estoy harto de mí mismo. Todos sabemos que se muere de hambre, que hay personas
que se suicidan desde su balcón porque el banco les ha quitado la casa, que
algunos nunca la han tenido. Somos conscientes de que el porcentaje de
millonarios ha crecido un 13% en España, pero los pobres cada vez son más
pobres. Nos estrangulan, nos reducen derechos básicos, nos anulan. Quizás no
sepan que el 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos, pero
para eso están los libros, la información libre de manipulación, lo que no es
un maldito show mediático para distraer nuestra atención. No, las cosas no van
bien, eso todos lo sabemos.
Hay quien dice que sufrimos una política de derechas, que
desde la izquierda debe lucharse por recuperar lo perdido. Lo siento, ya no
creo en las ideologías. ¿Derecha o izquierda? ¿Del Barça o del Madrid? No me da
la gana elegir, no, no pienso hacerlo. Yo quiero ser un ser humano. Quiero
pensar por mí mismo, no quiero que nadie me divida, me manipule y me coloque
frente a mis semejantes. No consentiré que la ira se interponga entre nosotros,
no me engañarán con burdas diferencias, no, ya no. Se acabó. Es así como nos
quieren, enfrentados, llenos de ira, entretenidos, con la vista hacia otro
lado.
¡Somos libres! Para elegir qué comprar. Somos esclavos.
Esclavos del marketing, de la publicidad, de un mundo de usar y tirar. ¿No se
dan cuenta? Actuamos como si todo fuese de usar y tirar, como si pudiésemos
comprar un mundo nuevo cuando este deje de funcionar, como si las personas no
sintiesen, como si no tuvieran dignidad. Joder, qué tonterías digo,
¡7.000 millones de habitantes, claro que somos de usar y tirar! Este no
es un texto de cultismos, quiero que me entiendan perfectamente cuando les digo
que hay personas a las que las vidas humanas, su dignidad, sus supuestos
derechos, les importan una auténtica mierda. Unos cuantos manejan los finos
pero irrompibles hilos de sus grandes multinacionales, todo está articulado en
una gran red, una tela de araña diría yo. Sí, nosotros somos las moscas, moscas
imbéciles. Estamos pegados y sabiendo que nos van a comer, pero no hacemos lo
más mínimo por escapar, suponemos que el pegamento es demasiado fuerte, o qué
sé yo, que si nos separamos de esta tela nos dejaremos algún miembro pegado a
ella. ¿Han sentido alguna vez ese miedo atroz hacia algo, ese que no nos deja
movernos, el que nos hace sudar pero mantenernos completamente fríos? Miedo, él
es quien nos paraliza. Tenemos tanto miedo que seguimos fríos, totalmente
incapaces de enfurecer. Sólo enfurecemos para enfrentarnos a nuestros
semejantes por una idea abstracta o un partido de fútbol, pero esta ira es como
la que está contenida dentro de un sueño, sólo hay que despertar para olvidarla
completamente.
¿Conocen las estrategias para controlar a los alumnos
problemáticos en la E.S.O.?
Me parece un ejemplo bastante comprensible, puesto que, o bien se les separa en
diferentes grupos, o bien se les une en uno solo y se les aísla. Eso sí, el fin
siempre es que no den problemas. Nosotros, moscas imbéciles, estamos separados
sin darnos cuenta. Uno dice ser de derecha, otro de izquierda, y como hoy día
la capacidad intelectual está bastante mermada, se nos intenta separar por
gustos futbolísticos u otros semejantes, no vaya a ser que no entendamos eso de
la política, o que pasemos olímpicamente de ella. Todo sea por mantener el
orden.
Ya no existen las ideologías, da igual que ganen las
elecciones PP o PSOE, al final gobiernan las multinacionales. Se hace lo que se
nos pide «desde arriba», y tan alto quiere mirar uno, que acaba rompiéndose el
cuello, si es que no se lo han roto antes para que no vea lo que no debería
ver. Continuemos, continuemos odiándonos como hicieron nuestros antepasados,
matémonos entre hermanos, entre vecinos, entre personas engañadas. Eso quieren
ellos. Imbéciles, somos imbéciles, como un perro que tras aguantar que le
molesten se muerde su propia cola.
Unámonos, despeguémonos de esta tela de araña, pero dejen
de pelear por un sitio más grande en este pequeño hueco, dejen de chocarse
contra el cristal, ahí fuera hay más. Detrás de ese cristal se reparte la mayor
parte del mundo, todo lo que podríamos tener si no estuviese repartido entre
las élites. El panadero de la esquina no es su enemigo, ni siquiera el
empresario local, miren mucho más allá. Esto no es una lucha de clases, me
gustaría denominarlo «conflicto persona-antipersona». Todos nosotros somos
personas, lejos de cualquier diferencia, pero existe la mayor contradicción
posible, personas antipersonas. Eso es la antipersona, alguien que actúa de tal
modo en que niega su propia dignidad, alguien que dejó de ser persona para
convertirse en dominante de personas, quien hará lo necesario para ser más rico
o tener más poder. Y todos tenemos una antipersona en nuestro interior, esa que
duda qué comprar en el supermercado, la que conspira para tener más poder, la
que queda boquiabierta ante el televisor, pero no por asombro, sino para que un
hilo de saliva acabe cayendo, como un muerto en vida. Deshagámonos primero de
nuestra antipersona, rechacemos el poder sobre otros, adoptemos el poder para
con otros.
Ni siquiera sé si más de dos o tres personas leerán este
texto completo, no sé si he conseguido transmitir lo que quería o demasiadas
cosas quedaron en el tintero. Despertemos de una vez, digamos basta. Trabajemos
para vivir, no para que otros vivan mejor. Luchemos, pero no entre nosotros,
sino por una dignidad perdida, por un sistema justo. Dejemos de ser máquinas,
números, dinero en potencia. Seamos personas de nuevo.
Ojalá mañana mismo cientos de miles de personas salgan a
las calles a reclamar su dignidad, a cambiar algo que lleva siglos establecido,
a luchar por la justicia. Desearía dejar un mundo mejor a generaciones futuras,
pero sé que mañana nadie hará nada. Ya lo había dicho al comienzo de este
texto, somos imbéciles. Bon appétit, arácnidos.
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