jueves, 10 de enero de 2013

Noche

Un leve atisbo de luz entra por mi ventana, la oscuridad me rodea. Todo se tiñe de negro y está borroso, no llevo puestas mis gafas. Mis pies están helados y mi cama se me hace grande. Se oye el crujir de muebles y paredes, todo está en completo silencio. Oigo mis propios pensamientos, ellos no me dejan dormir. Oír de vez en cuando el paso de los coches por una calle cercana me hace recordar que estoy despierto. Cuando consigo dormir imagino un mundo diferente. Cuando sueño lo hago con aquello que deseo, pero el despertar es más doloroso que una larga pesadilla. Todo está al revés. Mi corazón ha perdido fuerza y noto un intenso dolor en el pecho. En mi estómago ya no hay nadie, sólo yacen mariposas muertas. Algunas veces quiero llorar y no puedo, otras quisiera contenerme y no lo consigo. Ya dí la vuelta a mi almohada, estaba demasiado mojada. Caen lágrimas frías, ya no hay calor en mi cuerpo.
Esperaré a que amanezca de nuevo, eso hará que la oscuridad se vaya. Conseguirá que mis pies se calienten, pero no que mi cama se complete. Ya no habrá silencio, el ruido de la vida me impedirá oír mis pensamientos. Por la mañana pasarán más coches por esa calle, pero mi corazón no ganará fuerza, ni desaparecerá ese dolor en el pecho. Tampoco revivirán las mariposas. Todo seguirá igual de borroso, no quiero ponerme las gafas.

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