Melancolía

Recordar lo pasado, lo alegre, y entristecerse, no por ello, sino porque ya no está. 

Trato de ayudar, dar humildes consejos de felicidad.

Escribo líneas y líneas sobre lo que debemos o no hacer para ser felices.

Hoy soy yo el que necesita leer.

Porque los que ayudan necesitan que les ayuden, y cuando lo necesitan, tienen miedo a decirlo.

Intento ayudar, y soy yo mismo quien no sabe hacer cuanto digo, y es por eso que pretendo que el resto no caigan en mi error.

De mis errores no aprendo, pero intento que otros sí lo hagan. 

Me resulta más fácil decir lo que se debe hacer, que hacerlo.

Es más sencillo escribir que actuar, llorar que superar.

Necesito hablar, necesito llorar. 

Porque todos, de vez en cuando, necesitamos entristecernos por más que no queramos hacerlo.

La tristeza nos recuerda que somos frágiles, y que en cualquier momento, con cualquier golpe, podemos caer.

Caer es humano, errar lo es, pero no el negar nuestros propios sentimientos.

Llorar es humano, y que un hombre llore, es tan admirable como que ría.

A veces ocultamos lo que sentimos, nos ocultamos a nosotros mismos.

Melancolía, lo que se tuvo y no se tiene, lo que nos recuerda que cualquier momento es tarde, que todo tiempo es corto, y que la vida pasa demasiado rápido.

Hoy no estoy triste, hoy soy yo, porque soy así, y negarlo es mentir.

Llorar es necesario, porque todo vaso con demasiada agua se desborda.

No seco mis lágrimas, las dejo caer.

Mojar mi cara en una almohada encharcada de lágrimas me hace sentir humano.

Llorar es sentir. 

Sentir es ser.

Si no sientes, no eres.

Siente y se, porque sentir es humano.

 

Reír porque alguien llore es inhumano.

 

Avergonzarse de llorar es avergonzarse de ser humano.

Melancolía, amar la felicidad.